Mi experiencia en Bodegas Valtravieso

Vino VT Vendimia Seleccionada Etiqueta Plata 2015, máxima expresión identitaria de Bodegas Valtravieso, de la D.O. Ribera de Duero.

Visitar Valtravieso es un delicado paseo por el respeto a la viña, la enología elegante y la armonía. En mi caso, además, es un paseo por la memoria.

Desde que el vino acaparase por completo mi interés, y esto sucedió a los 30 años, mi referencia de cabecera ha sido mi padre. Más bien los vinos que juntos compartimos. Él disfrutaba hablándome largo y tendido sobre aquello que me servía en la copa. Eran ratos de paz que, lejos de aburrirme, dejaban el poso de lo que hoy es mi pasión por el vino.

De aquellos recuerdos, guardo algunos en forma de fotos en mi mente y ahí permanecerán por siempre. Entre esas fotos de la memoria está la de Valtravieso. Claramente. Aún escucho a mi padre el día en que orgulloso descorchó un Reserva  2010. Se le llenaba la boca halagándolo. A mí bebiéndolo.

-Esto es un vino elegante, sí señor. Esto es. Un Señor Vino.

Copa de Bodegas Valtravieso de Ribera de Duero en Valladolid

Pasaron los años. Mis inquietudes crecían. Más aprendía y más me daba cuenta de no saber nada. Cursos, catas, charlas, jornadas enteras escuchando a los que más saben o, sencillamente, a los que aman el vino como yo.

Y por fin visito Valtravieso.

El destino quiso que el 27 de octubre, formase parte del grupo de periodistas y escritores del vino que visitó la casa Valtravieso en Piñel de Arriba, Valladolid. De camino, la foto de aquella cata con mi padre me asaltó de nuevo. ¿Seguiría definiendo igual la “elegancia” y encontrándola allí? Decidí entonces dejarme sorprender, huir de antiguos patrones y escribir una nueva historia en mi recuerdo. Sorbo a sorbo.

Avanzaba la mañana de un frío día de otoño, aún más en la parte alta de la Ribera de Duero. Ese viento castellano que te da la bienvenida, al que pronto te acostumbras y que tantas cosas te explica. El grupo llegaba ávido de conocer la bodega, de sumergirse en ella, de entenderla. De ello se encargarían dos “ciceroni” de excepción: Álvaro Cerrada, director de Marketing, y Ricardo Velasco, enólogo responsable de las elaboraciones en bodega. Ambos tienen la fortuna de dedicarse a lo que aman, eso es evidente. Ambos entregados a una filosofía donde prima la calidad. Evidente también.

Conocer sobre el terruño.

Ricardo nos ilustró hábilmente con su formación bordelesa, talento y devoción. Con ello, potencia las virtudes que la Finca La Revilla y otras parcelas de calidad les regalan en forma de fruto. Nos introdujo en el universo de la variedad de suelos Valtravieso, dominando los calizos con margas sobre los de arcilla. Cada cual otorgará matices diferentes a sus vinos, facilitando brillantes posibilidades al enólogo. Mismamente él, nos reveló que nos encontramos ante la que los franceses bien llamarían la Millésime du siècle, es decir, la súper añada de 2018. Este año, la bodega cuenta con una materia prima ajustada magistralmente al fino alambre en el que las propiedades de la uva deben bailar: acidez, maduración fenólica y madurez alcohólica. Normal entonces que se desprenda optimismo del discurso de Ricardo, eso sí, siempre sujeto a la modesta prudencia que implica su labor.

Tras ponernos al día sobre la filosofía y carácter de la casa, era ineludible la visita al campo, el lugar mismo donde se hace el vino. El páramo presume de tener la mayor cantidad de hectáreas en altura de toda la D.O. Ribera de Duero, 950 metros donde el frío se ha instalado ya para quedarse. Otro habitual por estos lares es el viento. Lo comprobamos. Gracias a él, la uva madura homogéneamente, calmada y sana. Uvas tales como Tinto fino, que domina por excelencia en la D.O, Cabernet Sauvignon y Merlot, sin cerrar la puerta a nuevas variedades en determinadas parcelas especiales que aún guardan ases bajo la manga.

En el corazón de las Bodegas Valtravieso.

Siguiendo con el proceso que sigue el fruto, pasamos a bodega. Un lugar sobrio y orientado a facilitar el trabajo, en el que destaca un precioso techo que nos recuerda poderosamente al interior de una barrica. Lugar idóneo para catar puesto que aquí el vino se expresa con mayor sinceridad, dado que la madera aún no ha entrado en juego.

Debo considerarme afortunada, mucho. Catar en fases tan iniciales vinos procedentes de diferentes variedades, suelos y micro vinificaciones, no está al alcance de cualquier visitante. A eso le sumamos la compañía y conocimientos de Ricardo Velasco para olvidarnos del reloj y sencillamente escuchar lo que el vino tiene que contarnos.

Dicen que aprendes algo de verdad cuando eres capaz de enseñarlo. Pues bien, de mi paso por esta fase, enseñaría la esencia del menos es más” en la enología que practica Valtravieso. Todo lo bueno del terroir sale por sí sólo. No hace falta más que vigilar mucho para intervenir poco y lograr esa vinificación respetuosa que caracteriza a esta noble casa. De ahí que persigan con éxito vinos de concentración por encima de los de extracción. Tenerlo tan claro ayuda a trazar el trabajo en línea recta, sin perderse en curvas que no se ajusten a la personalidad de la bodega.

En este escenario de regalo para amantes del vino, tuve el gusto de memorizar para siempre la diferencia en boca de suelos calizos frente a la de los arcillosos. El primero otorga al vino longitud y profundidad, mientras que el arcilloso resulta más ancho y permanece más anclado en el centro de la boca. Para gustos, los vinos. Por eso también me enamoró el resultado del viñedo viejo, pero no hizo menos el que proviene de la finca más joven, Valdelobas, 12 añitos y ya expresa el terruño a la perfección. ¿Qué decir también del ensamblaje de terroirs en depósito ovoide de hormigón? Ahí custodian el Gran Valtravieso 2016. Altamente prometedor.

Vinos para comer, compartir y armonizar.

Tanto aprendizaje despertó nuestro apetito. Gratísima sorpresa al descubrir sobre la mesa suculentos bocados y selectos vinos, bajo la consigna de elegir el maridaje más acertado. Los cinco sentidos en juego, comenzaba el baile. Por el comedor desfilaron el Valtravieso Crianza 2016 potenciadísimo con piruletas de morcilla; el Valtravieso Rupture 2016aún más largo unido a los langostinos kataifi con salsa romescu; un blanco con derecho propio a sentarse en la mesa, Dominio de Nogara, elevadísimo con pimientos rellenos de queso y pesto, mi ensamblaje favorito del que aún conservo esa acidez explosiva que envolvía la boca, dejándola fresca y untuosa. Sublime. Tampoco fallaron el Valtravieso Colección Privada Reserva Especial con milhojas, el VT Vendimia Seleccionada de 2015 (etiqueta plata) con bacalao Orly, ni el VT Tinta Fina 2016 (etiqueta negra) junto con exquisita pluma ibérica y pistacho. Desafío conseguido: la máxima expresión identitaria de la bodega potenciada aún más. Hedonismo puro.

Y allí me veía yo, disfrutando de la armonía en todas sus expresiones. Toda una estampa de la generosidad inherente al vino, puesto que sólo al compartirlo alcanza su significado pleno. En entonces cuando recupero aquella foto de mi primer Valtravieso en compañía de mi padre. Qué razón tenía, Valtravieso es elegancia savoir-faire. Sin duda.